Comúnmente es difícil leer sobre el nivel de persecución que sufren nuestros hermanos y hermanas y también es difícil para nosotros compartirlo. Algunos relatos son demasiado obscuros, como el mencionado abajo de un campamento de prisión en Corea del Norte. Compartimos esta historia importante para ayudar a que todos entendamos que la obscuridad es real y que, como escribió el Apóstol Pablo, “nuestra pelea no es contra carne y sangre, sino contra huestes universales de maldad” (Efesios 6:12)
La puedes llamar Hea Woo. Ese no es su nombre real, pero funciona. Estamos usando un nombre falso porque Hea Woo quiere proteger a cualquiera que todavía la conozca y la ame en el país de donde es originaria.
Ella es de Corea del Norte
Y en Corea del Norte, seguir a Jesus puede mandarte a prisión o incluso puedes perder la vida. Eso es en adición a la vida bajo la brutal dictadura, propaganda constante y monitoreo, y las duras condiciones de vida.
Hea Woo, quien ahora vive en Corea del Sur, no es la excepción a la realidad. En 1997, en medio de la gran hambruna en Corea del Norte, su hija murió de hambre. El esposo de Hea Woo huyó a China, donde se volvió cristiano – pero fue aprehendido por la policía secreta, y recluido en un campamento de prisión en Corea del Norte. Allí fue donde el murió.
No mucho tiempo después Hea Woo también escapó a China. Tristemente, es allí donde tendría lugar una jornada similar a la de su esposo. Poco tiempo después, también fue aprehendida por la policía secreta, enviada de regreso a Corea del Norte y puesta en un campo de prisión.
Un Puñado de Maíz Podrido
En medio de una conversación más amplia, Hea Woo explicó cómo eran las condiciones en un campo de prisión de Corea del Norte. Queremos traerte este vistazo a la realidad que comúnmente no sale de las paredes de estos campamentos.
Advertencia: el siguiente relato contiene detalles gráficos y puede ser molesto para algunos lectores. Por favor lea con precaución.
“Había diferentes partes dentro de la prisión,” dice Hea Woo. “Algunos [sectores] hacían agricultura, algunos hacían trabajo de construcción, algunos hacían minería. Hombres y mujeres eran separados; parecía como si todos los internos fueran a desmayarse. Todos ellos parecían no tener esperanza y estar desesperados. Y aparte, estaban hambrientos. Cada persona recibía un puñado de maíz podrido [y] no había nada más que comer. Recibíamos algo acuoso – ni siquiera era sopa. Nos daban eso como alimento durante todo el año. Nada más.
“Y las personas eran obligadas a trabajar más que las vacas o los animales,” continuó ella. “Ya que todo mundo es forzado a laborar, las personas mueren de malnutrición. También la gente muere de accidentes relacionados al trabajo que hacen.
“Había un grupo distinto compuesto de solo personas que trataron de escapar de prisión. Esas personas tenían que cargar contenedores llenos de excremento. Los contenedores estaban hechos de madera gruesa, y estaban tan pesados que incluso dos personas tenían dificultad para cargar solo un contenedor. Cada día, sin importar como estuviera el clima, a pesar de la fuerte lluvia y nevada, ellos no tenían permitido tomar descansos. El olor del excremento y el aire venenoso eran realmente dañinos.”
“Además, como no comían mucho, cualquiera que se convertía en parte de ese grupo no podía sobrevivir más de unos meses. Muchos murieron – y no había esperanza en la prisión. Todos [los reclusos] estaban al borde de la muerte. Los soldados tenia permitido golpear a los reclusos en cualquier instante que estos mostraran desobediencia [y] abusar físicamente de los reclusos.”
Aquellos que confesaban que eran cristianos, eran puestos en jaulas. Hannah (no es su nombre real) recuerda cómo fue que su fe fue descubierta, ella y su familia fueron aislados del resto de los prisioneros, forzados a vivir en celdas donde no podían ni ponerse de pie o recostarse. Hannah recuerda su pesadilla:
“Éramos separados por sexo. Mi hija y yo fuimos puestas en el ala femenina y mi esposo e hijo – quien era solo un adolecente – en una celda con hombres. Poco tiempo después de que entramos al campamento, vimos guardias forzando a un prisionero a matar a un bebe. Casi a diario, nos llamaban para interrogación y preguntas. Nos golpeaban duramente. Cuando no había interrogatorio, teníamos que arrodillarnos en nuestras celdas de 5 a.m. a 12 p.m. y sin hablar.”
“Trataban muy mal a mi esposo. Él les dijo a los guardias que se había vuelto cristiano. Luego les dijo que no tenía otra opción. Después de que el vio lo que hicieron con él bebé y los guardias amenazaron con matar a su familia, él tuvo que decirles la verdad. [Él sabía que sería peor para su familia si se enteraban de su fe más tarde]. Después de su confesión, los cuatro fuimos puestos en confinamiento solitario – una jaula pequeña. No recibíamos comida o agua y no podíamos dormir.”
Quebrando a los Prisioneros
Para Hea Woo un día normal en el campo de prisión para estaba lleno de trabajos de labores duras y horarios intencionalmente brutales – todo en un esfuerzo de “quebrar” a los prisioneros, dice ella. Ella comparte lo que era un día típico de trabajo en el campamento:
“Nos levantábamos a las 5 a.m. y comenzábamos con los guardias contando a la gente. Después de un pequeño alimento, comenzábamos el trabajo de 8.am. a 1 p.m., comíamos un poco, [y entonces] salíamos a trabajar otra vez. Cuando había mucho que hacer durante el verano, regresábamos adentro hasta la noche. En el tiempo de invierno, ya que el sol se pone temprano, regresábamos adentro alrededor de las 7 p.m.
Después de la cena, tomábamos clases de política [ donde nosotros] aprendíamos sobre política por dos horas. Cuando alguien se dormía, él o ella era golpeado. Había una reunión semanal de unificación. Si alguien estaba en contra de esta, él o ella eran encerrados en un cuarto pequeño donde la gente ni podía recostarse ni pararse erguido. Las clases de política fueron los peores momentos.”
“Incluso la comida [que recibíamos] era muy poca para comer todos,” dice Hea Woo. “Recibíamos una o dos pequeñas piezas de vegetales podridos. Como no había sal, recibíamos sopa aguada y blanda.
Recibíamos tres alimentos como ese todos los días. Y si no había suficiente comida en el verano y otoño, recibíamos dos comidas [al día].
“Cuando las vacas pasaban por la calle y defecaban, la gente buscaba granos de maíz [en el excremento] y los recogía para comerlos.”
Sin embargo, para Hea Woo, incluso la brutalidad física de su experiencia no fue la peor parte. “La labor física era dura, pero algo incluso peor era que no teníamos libertad de fe,” dice ella. “No podíamos orar libremente pero aun así yo oraba en mi corazón. Cuando la gente se dormía, yo me levantaba a orar. Era muy lamentable que no teníamos libertad de fe; realmente anhelaba la libertad.”
Oraciones Respondidas
En prisión, Hea Woo continuó orando – pero no solo por lo que tal vez usted podría esperar.
“Algo por lo que siempre oré fue por aquellas almas que estaban muriendo y que no sabían nada de Dios,” dice ella. “Yo oraba para que Dios protegiera nuestra iglesia subterránea. Y también para que el malvado gobierno se desmoronara, y que la libertad de fe llegara a Corea del Norte. Oré para que la idolatría persistente durante generaciones desapareciera y que la gente pudiera arrepentirse. Oré para que la prisión se desmoronara también. También oré para que los cristianos de todo el mundo oraran por nosotros con sinceridad.”
Por supuesto, también ore por seguridad y salud. Y eventualmente, Dios le cumplió. Ella fue liberada y escapo una vez más a China, a través de una serie de eventos milagrosos. Pero esta vez, no fue atrapada por la policía secreta, y puedo llegar a Corea del Sur, donde ahora vive.