La desertora del régimen norcoreano, Ji Hyeona, no pudo contener las lágrimas al recordar los abusos y las torturas que sufrió por causa de su fe, mientras contaba su testimonio en la primer Conferencia del Departamento de Estado para el Avance de la Libertad Religiosa.
La mujer cristiana, que ahora vive en Corea del Sur, después de haber escapado del régimen norcoreano en 2007, se unió a la plegaria de aquellos que ruegan no mantener el silencio ante los abusos cometidos por Kim Jong Un.
Dado que Corea del Norte se mantiene hace años en el primer puesto de los países perseguidores de cristianos, Ji dijo que asistía a la conferencia en representación de los cristianos perseguidos por el duro régimen norcoreano, de los cuales se cree que 120,000 están en prisión, entre otros desertores y presos políticos, todos en campos de trabajo forzado.
«Desde la primera vez que pude escapar de Corea del Norte en 1998, fui repatriada a la fuerza y volví a escapar un total de tres veces, hasta que finalmente pude ir a Corea del Sur en 2007,» explicó Ji. «En el medio, fuí víctima de tráfico humano y sufrí aborto forzado y violento sin anestesia, debido a que el régimen de Corea del Norte no acepta la mezcla de etnias.»
Como cristiana devota, Ji recordó que cada vez que fue repatriada la forzaban a negar su fe por parte de las autoridades del régimen autoritario.
«Cuando era repatriada, las tres veces, siempre incluían en la interrogación preguntas de cuáles eran mis conexiones con el cristianismo, sí iba a la iglesia, sí conocía a Jesús y creía en Dios,» recordó. «A la más mínima indicación o confesión de fe religiosa, se nos enviaba a un campo de concentración y trabajos forzados o a la ejecución. Al igual que Pedro negó tres veces, mentí tres veces en mis interrogatorios.»
Ji contó que en su niñez ‘les lavaban el cerebro para que sólo creyeron en las tres generaciones de dictadores Kim’; reveló que se les obliga a los norcoreanos a recordar con precisión las fechas de nacimiento de cada miembro de la familia Kim.
«Fui forzada a creer que Kim Il Sung era, literalmente, el hijo del Cielo y Dios de Corea del Norte,» remarcó Ji. «Crecí viendo propaganda televisiva que representaba a los misioneros cristianos como el mal. Recuerdo en particular una película donde un misionero cristiano americano tiraba ácido en la frente de una niña norcoreana y la trataba de ladrona, sólo porque la pequeña había tomado una manzana para comerla en medio de la guerra coreana.»
Debido al hecho de que la Biblia es un texto prohibido en Corea del Norte, Ji contó que la primera vez que tuvo acceso a una fue gracias a su madre, quien había ido a China a comprar comida pues en Corea del Norte había una profunda crisis alimentaria, y en una de las bolsas de arroz que trajo se encontraba una pequeña Biblia. El mismo libro divino le costaría un tiempo después a la familia un interrogatorio de cinco horas.
«Leí la Biblia en secreto cada tarde y un día fui convocada por el departamento de seguridad de estado y acabé siendo torturada. Inicialmente, ni siquiera sabía porqué estaba siendo torturada. Recibí patadas y una golpiza tremenda, tanto que mi cuerpo entero quedó bañado en sangre. Mientras me torturaban, los agentes de seguridad no paraban de preguntarme: ‘¡¿Desde cuándo mantienes contacto con la CIA surcoreana y los misioneros americanos y qué misión te encargaron que cumplas?!'»
«No tenía idea de porqué me hacían esas preguntas,» recordó. «Yo repetía que no entendía de qué me hablaban. Como yo seguía contestando igual, los agentes eventualmente detuvieron la golpiza, pero pusieron la Biblia que yo leía sobre la mesa y me preguntaron: ‘¿qué es esto entonces?'»
En un intento de salvarse de más torturas y abusos, Ji mintió.
«Estaba muy sorprendida pero traté de mantener la calma y les dije que encontré la Biblia tirada en la calle,» contó Ji. «El agente comenzó a presionarme para que respondiera de qué se trataba el Libro y porqué no lo había reportado sí estaba tirado en la calle. Entonces yo les aseguré que deseaba hacerlo pero no había encontrado la oportunidad. Finalmente, las cinco horas de torturas e interrogatorio acabaron y fui liberada.»
En busca de una nueva vida y de la libertad para seguir a Jesús, Ji y su familia cruzaron la frontera hacia China en 1998. Su padre fue arrestado un tiempo después por las autoridades chinas y ella nunca lo volvió a ver. Ji también fue arrestada y repatriada a Corea del Norte ese año.
La muchacha volvió a escapar a fines de 1998, pero fue arrestada por segunda vez y devuelta a Corea del Norte en 1999. Esta vez fue enviada al Campo N° 11 en Jeungsan donde estuvo un año.
En el año 2000 volvió a huir por tercera vez, pero la repatriaron en 2002. En ese momento estaba embarazada de tres meses y fue forzada a abortar a su bebé.
Después de preguntarle a Dios por qué el pueblo norcoreano no tiene derecho a adorar al Dios de su Biblia con libertad, Ji dijo que el Señor le dió una misión de luchar por los cristianos norcoreanos y hacer conocer al mundo lo que sufren.
«Estoy aquí para hacerles saber la condición de nuestros hermanos en Corea del Norte. Kim Il Sung, Kim Jong Il y Kim Jong Un -tres generaciones de dictadores- autoproclamados dioses y que a su vez se oponen al Dios Verdadero. Son líderes de un culto y de una religión falsa.»
«No podemos simplemente quedarnos sentados, mirando lo qué hacen, porque la indiferencia es el arma más terrible que tienen para matar a las personas. El Dr. Martin Luther King Jr. dijo una vez: ‘La tragedia más terrible no es la opresión ni la crueldad de las personas malas, sino el silencio de las personas buenas.»
Ji concluyó citando las palabras de Moisés: ‘¡Deja ir a mi pueblo!’
«Yo deseo sincera y firmemente que Estados Unidos y la comunidad internacional envíen un fuerte e inconfundible mensaje al régimen autoritario de Kim Jong Un para que cese en su persecución contra los cristianos.»
Ji fue una de tantos creyentes que compartieron sus historias de sufrimiento a causa de su fe.
Además, familiares de cristianos que se encuentran en prisión por causas religiosas también hicieron oír su voz en favor de sus seres queridos.