PARA SALIR DE LA CUEVA 1 Reyes. 19.1-18

Una mala noticia, algún sueño roto, la pérdida de alguien querido, la frustración de un plan que no se cumple, sentirnos defraudados por alguien amado… y también nuestra falta de comunión viva y eficaz con Dios que nos hace perder de vista su poder y sus promesas. Todos esos factores y otros (tantos como personas hay en éste planeta) pueden llevarnos a un viaje en el que el desánimo es el tono. Donde antes había tonos brillantes, hoy sólo quedan tonos grises y sombras que se proyectan sobre el fondo de la cueva a dónde ese desánimo nos ha llevado. Ninguno de nosotros escapa a ello ¿Qué podemos hacer?
Soy consciente que lo que le funciona a uno bien no puede funcionarle a otro, pero tenemos benditas historias en la Biblia que nos muestran cómo Dios pudo levantar a siervos suyos que habían caído en el pozo. Y la historia de Elías es una de ellas.
Hombre de poder y fuego, capaz de obedecer a Dios en situaciones que desalentarían al más valiente, y alguien que fue la herramienta de Dios para mostrar su poder en Israel una vez más (leer todo el capítulo 18). Un personaje temible para los enemigos de Dios, ahora camina con paso cansino hacia el desierto, con deseos de morir ¿Qué le pasó? La amenaza de una mujer puso en fuga al cansado profeta y ahora parece una sombra de lo que era ayer nomás. Elías, el gran hombre de Dios ha caído en el desánimo. Pero Dios no lo quería allí, por lo que podemos ver que cuatro cosas sucedieron que posibilitaron que Elías volviera a ser el de antes, cosas que pueden ayudarnos cuando caigamos en el pozo nosotros o si estamos en él o rumbo a él.
1. No rompió su comunicación con Dios 4-8. Es cierto, sus oraciones en ese estado no son más que quejas y argumentos débiles para describir el por qué de su estado. Pero aún así, habla con Dios. Recordá algo, el mejor amigo del desánimo es tu silencio hacia el cielo. Aunque sea una queja o un llanto, no cortes tu comunicación con el cielo.
2. Respondió al llamado de salir afuera de la cueva 11. Una vez terminado su viaje, en el cual Dios lo sostuvo y mantuvo, Elías estaba en el fondo de la cueva. Dios manda que salga, y él sale. El desánimo es más fuerte que la gravedad y tiene el poder de tirarnos lo más abajo y al fondo posible. Pero si escuchamos bien, él está llamando afuera. Los pasos serán pesados, pero hacia afuera es dónde debemos ir, porque más tiempo pasamos en la cueva, más nos acostumbraremos a sus sombras.
3. Se puso delante de Dios para recibir su Palabra 12-14. Una vez afuera, estuvo en condiciones de ser interpelado por Dios. Elías vuelve a intentar una defensa de su estado, pero aún así, ahora está ante la presencia de Dios, el lugar indicado para recibir su Palabra. «Hoy no tengo ánimo de leer la Biblia, de orar, de congregarme…» son argumentos que escuchamos en momentos de desánimo, y que llevan a los creyentes a una espiral de desánimo que termina por consumirlos. Parémonos en la puerta de la cueva y dejemos que nuestro Padre nos hable.
4. Obedece a la nueva comisión que Dios le da. Sorprendentemente, no hay reproches de parte de Dios, ni una descalificación del siervo desanimado. «Volvé por dónde viniste…». Ponéte en marcha, hacé lo que tenés que hacer. Una trampa del enemigo de nuestras almas es el desánimo, pues nos hace perder de vista que no estamos acá para nosotros mismos, sino para cumplir con los propósitos del Padre. Y cuando nos ponemos otra vez en línea directa con ese propósito, Su poder fluye y da energía donde antes había nada.
Y Elías se puso en marcha nuevamente, volviendo a ser el siervo poderoso que siempre fue. No podremos escapara de tanto en tanto de algún lapso de desánimo, pero si podemos decidir qué hacer en esos momentos; quedarnos en la cueva, o salir a recibir de Dios un nuevo comienzo, nuevas fuerzas y una renovada convicción de que nuestra realización personal y nuestra felicidad van de la mano de estar dónde Dios nos puso, haciendo lo que él nos ha ordenado hacer.

Marcos Felipe