Un cristiano de Belén se aferra a su fe mientras la guerra entre Israel y Gaza pasa factura a la comunidad cristiana en Cisjordania.

Rony Tabash dijo a Ayuda a la Iglesia Necesitada (CAN) que los cristianos en el lugar del nacimiento de Jesús están luchando con el impacto de la guerra en un momento en que la comunidad todavía está tratando de reconstruirse después de la devastación causada por el Covid-19.

La pandemia provocó el colapso del turismo en Tierra Santa, con peregrinaciones canceladas y los habituales visitantes navideños obligados a mantenerse alejados. Esto perjudicó financieramente a muchos cristianos involucrados en la industria del turismo.

Tabash, cuya tienda en la Plaza Manger de Belén vende artículos religiosos, era uno de esos cristianos.

Esperaba saldar finalmente sus deudas y recuperar la salud financiera después de las dificultades económicas de Covid. Ahora la guerra está trayendo nuevos desafíos.

“La situación es terrible, no es nada fácil. Cada día surgen nuevos desafíos. Nunca antes había experimentado algo así, nunca. Es una guerra, no como una guerra, es una guerra”, afirmó.

Por el momento, los viajes a Tierra Santa están suspendidos, lo que hace que las perspectivas a largo plazo para la región vuelvan a ser sombrías.

“No hay peregrinos, todo está vacío, no hay nadie. Y dicen que durará hasta Pascua”, dijo Tabash, añadiendo que muchas familias están “sin trabajo y sin esperanza”, mientras que las bombas en el cielo sobre Belén han dejado a niños asustado.

Un amigo suyo que dirige una empresa de autobuses ha decidido que es demasiado y está haciendo las maletas y saliendo de Tierra Santa. Según Tabash, él no es el único que abandona la región.

En cuanto al señor Tabash y su familia, se quedarán.

“Sigo abriendo mi tienda todos los días, voy a la plaza, frente a la Basílica de la Natividad, y la gente me pregunta por qué voy; soy el único que abre la tienda”, dijo.

“Lo único que me sostiene es la fe, sin fe no podría continuar ni por un minuto. Hemos perdido la esperanza, lo único que queda es la fe”.

Continuó: “No puedo dejar esto, no puedo dejar a mi padre. Nuestra familia es propietaria de esta tienda desde 1927, cuando comenzó a alquilar el espacio a la Iglesia Armenia. Mi padre me dice: ‘Ten fe, Belén es una lugar sagrado, no será tocado.”

“Sí, me quedaré porque es un lugar sagrado; estamos viviendo en el lugar donde nació Jesús; no podemos irnos; si no fuera por eso, me iría al instante”.

Dijo que el pueblo de Belén está “cansado” de la guerra y anhela la paz para sus hijos y sus familias.

Vive con la esperanza de que los visitantes regresen cuando termine la guerra. Mientras tanto, pide a los cristianos que oren por Belén: “Venid con vuestras oraciones, venid con vuestras acciones pidiendo la paz, venid defendiendo la integridad de estos lugares. El silencio me asusta. Venid con vuestro apoyo a las familias cristianas en Tierra Santa.”