En Julio de 2017, el Dr. Allan Sawyer se encontró a sí mismo nuevamente en Togo central. País del oeste de África, Togo es el hogar de 8 millones de personas, cerca del 82% viven debajo de la línea de pobreza, y uno de cada ocho niños no llegan a su quinto cumpleaños.
Además de los vuelos largos que debe tomar para llegar a la ciudad capital de Lomé, desde su hogar en Phoenix, Arizona, Sawyer también debe atravesar un viaje de 10 horas por carretera para arribar a un sucio hotel. Exhausto, sucio y cansado, necesita una ducha y un sueño reparador antes de empezar a trabajar la mañana siguiente. Este es el cuarto viaje de Sawyer a Togo, para ayudar a las mujeres y niños de zonas rurales pobres, cómo obstetricia-ginecólogo y médico misionero.
Togo es un país donde solo hay cinco profesionales de salud por cada 100.000 habitantes. El hombre promedio solo puede esperar vivir hasta los 62 años, mientras que las mujeres con suerte llegan a los 67. Es también un área donde la mutilación genital femenina es practicada, y el riesgo de muerte en las mujeres embarazadas es de 1 en 67.
Este es el ambiente a dónde Sawyer está dispuesto a trabajar. Dónde, en medio de una seca y calurosa noche de julio, su teléfono suena despertándolo. “Le necesitamos en la sala de operaciones ahora mismo, doctor”, urge una voz preocupada. Él trastabilla para prender la luz, y después de vestirse, corre al hospital en la noche oscura.
El Hospital Esperanza ha sido construido unos años antes y era moderno para los estándares africanos. Una vez dentro de la sala de operaciones, Sawyer sintió como si hubiese entrado a un set de película de terror: una mujer inconsciente tirada en la cama, parecía más muerta que viva, rodeada de sangre, que había salpicado del piso al techo.
Después de una rápida examinación, él determinó que su útero había sido abierto para sacar a su bebé muerto. La mujer estaba sangrando tanto que Sawyer pensó que no sobreviviría. Después de elevar una oración, comenzó a operarla. Después de tres horas, aún tenía mucho por hacer. “Tenía que terminar o ella moriría”.
Varias horas, después de la última sutura, Sawyer supo que hizo todo lo que pudo con los recursos que tenía. Volvió a su cuarto para tener algunas horas de descanso.
Cuando regresó al hospital al día siguiente, fue a ver a la mujer. Uno de los trabajadores dijo: “¡Allí está!” apuntando a la paciente que estaba sentada y tomando su desayuno. Ella le entregó una gran sonrisa, y él sintió un increíble alivio. “¡Te ves tan bien!”, exclamó Sawyer, contrastando la calma y la sonrisa de la mujer sentada frente a él, y la que estaba tumbada la noche anterior de pesadilla. Él fue a verla cada día de su recuperación hasta que fue dada de alta.
La mujer regresó unas semanas después a una visita. “Tu recuperación es asombrosa”, le dijo a ella, sorprendido de cómo había sanado. “Dios te salvó”. Ella lo miró y respondió: “Dios me salvó pero le enseñó a usted cómo hacerlo”.
Sawyer nació en el Hospital General Moffit de San Francisco. (Como nota de color, el mismo doctor que firmó su certificado de nacimiento, fue quien firmó su título de doctor un cuarto de siglo después) Ambos padres eran trabajadores de la salud, y criaron a su hijo cerca de Stockton, California. Después de graduarse de la Secundaria Lincoln, Sawyer se matriculó en la Universidad de Stanford, en ingeniería industrial.
Una noche asistió a una Cruzada en el Campus, invitado por su compañero de cuarto. El pastor preguntó a los jóvenes asistentes a considerar preguntas serias durante su charla: “Si te encontraras ante el trono de Dios, ¿Podrías estar seguro de tu salvación?” “¿Sabes que se requiere para seguir a Cristo?” “¿Por qué necesitas un Salvador?” “¿Ha sido Jesús alguna vez Señor en tu vida?”.
Sawyer creció en lo Episcopal. Durante su secundaria fue uno de los líderes en el altar, y su familia asistía a iglesia regularmente. Sin embargo, nunca se había enfrentado a estás preguntas antes. Mientras escuchaba al pastor explicar el camino de Salvación y estudiaba la Biblia, trató de hacerle sentido a todo.
“Esto era extraño para mí”, recordó Sawyer. “Y creía que con ser bautizado, tomar la confirmación y asistir a la iglesia, era todo lo que el Cristianismo requería. Este pastor hablaba de una relación personal con Jesús cuando yo ni siquiera sabía que eso era una opción”.
Después de pasar esa tarde cuestionando sus creencias, el joven Sawyer decidió que necesitaba un Salvador, y oró para recibir a Cristo.
Sawyer, sin embargo, quería una validación por su decisión. “Si Cristo está realmente en mí, quiero que otras personas lo noten”, pensó. Él le confío a un amigo que había aceptado a Cristo en su corazón y que esperaba que hiciera una diferencia en su forma de vida, así como había visto el cambio en otros.
Seis meses después, este amigo se le acercó, “¡Alguien ha notado que eres diferente!, exclamó. “Uno de los muchachos del dormitorio preguntó, ‘Hey, ¿Qué hay con Allan Sawyer? Solíamos llamarlo ‘Alan el idiota’, a sus espaldas, pero ha cambiado. ¡Es totalmente diferente ahora!’” Ese fue un punto culmine para Sawyer, ya que sabía que el Espíritu Santo había cambiado su corazón y su trato con la gente.
Comenzó a asistir a la iglesia Presbiteriana local donde su relación con Jesús creció. Un domingo, la visita de un médico misionero dió su testimonio de servicio. Allan sintió que el médico le estaba hablando directamente a él.
“Escuché al Señor decir: ‘Allan, si cambias tu carrera, puedes hacer lo que esté hombre”, dijo Sawyer. “Salí de la iglesia e inmediatamente me cambié a biología, lo que fue la decisión correcta. Fue todo gracias al testimonio y Dios hablándome a través de él”.
Allan recibió su maestría en Stanford, y en 1984 se matriculó en la Universidad Oral Roberts en medicina. Dos años allí, una compañera se acercó a Allan a preguntar: “Disculpe señor, tiene usted unos cables de batería. Mi auto no funciona”. Sawyer quedó prendido de la hermosa joven. Fue el comienzo de una relación duradera. En 1998, Teresa y Allan se casaron.
Mientras estaba en la escuela de medicina, Sawyer ayudó a un doctor -quien también fue su profesor en Oral Roberts – a traer un bebé al mundo de una pareja que había luchado por años con la Infertilidad. Cuando el bebé nació, todos en el cuarto lloraban. Luego, el profesor preguntó: “¿Quieres hacer lo que acabamos de hacer por el resto de tu vida?” Sawyer respondió afirmativamente. “Entonces deberías dedicarte a la obstetricia y ginecología”.
Cómo resultado de su intercambio, la ginecóloga fue su especialidad. Él y Teresa se mudaron a Phoenix, Arizona, para terminar la residencia, y el hospital donde hizo su entrenamiento le preguntó si quería quedarse hasta terminar. Él abrió su propio consultorio y Teresa llevaba las finanzas.
En 2003, un doctor amigo que misionaba en Samaritan’s Purse le invitó a un viaje médico. Recordando el testimonio del médico misionero, Sawyer quedó intrigado.
“Él quería que fuera a Papua Nueva Guinea por tres semanas. Yo pregunté: ‘¿Qué vamos a hacer?’ y él respondió: ‘No puedo explicarte, sólo ven conmigo’. Cuando Sawyer y su amigo arribaron al país, solo encontraron un puñado de doctores trabajando en todo el hospital. “Vimos cientos de personas enfermas. Eso fue suficiente para mí; supe que había encontrado una organización donde poner mis habilidades para la Gloria de Dios”.
Sawyer regresó a Papua Nueva Guinea en 2005, y al año siguiente sirvió en el hospital de Kijabi, en Kenia. Cuando se le preguntó porqué se sentía inclinado a ir a África, el respondió:
“Apenas hay un puñado de médicos en el África sub-sahariana. Hay tantos países donde solo tienen un cirujano por 2.5 millones de personas y un ginecólogo por 4.5 millones. Además, la mayoría de los hospitales requieren paga de antemano, así que los pacientes mueren en las escaleras porque no pueden pagar. Otros tienen que vivir con sus dolencias. Están resignados a la Ventura, pero es increíblemente doloroso”.
Sawyer comenzó más viajes. “Empezamos a ir cada año, y en ocasiones varias veces en el mismo. Pero eso se dificulta cuando trabajas de forma privada”, dijo.
En 2017, Sawyer dejó la práctica privada para servir a tiempo completo en las misiones.
“Cuando dejé mi consultorio, mis amigos me preguntaron el porqué. Yo respondí: 70% porque Dios me llamó y 30% por mi frustración con la medicina de Estados Unidos”.
Sawyer explicó que su frustración provino de ser testigo de los altos costos de la salud en EE. UU y de la paga a los médicos. El beneficio de una salud modelo a hecho de la medicina un negocio”, dijo Sawyer. “Eso no me parece justo a mi”.
Sin embargo, Sawyer aún trabaja cubriendo áreas en el hospital de Phoenix, llenando certificados y cosas que puede hacer en su licencia, mientras practica en el extranjero.
“Disfruté mi práctica privada. Mi esposa aún lleva las finanzas de quienes se reemplazan. Cómo lo ha hecho muy bien todos estos años, los demás doctores la quieren”.
Para el tiempo en que Sawyer dejó su consultorio, había ayudado a nacer a 11000 bebés.
Sawyer ahora sirve en Papua Nueva Guinea, Kenia y Togo, en cinco hospitales. Ha estado en Zambia en tres ocasiones, así como en Camerún y Uganda.
Cuando se le consultó porque ama servir como médico misionero, Sawyer respondió:
“A menudo tengo que lidiar con personas sin esperanza. Le damos la esperanza de Jesús. El Presidente de Samaritan’s Purse, Kenny Isaac dice: ‘La calidad de nuestro servicio es la plataforma de nuestro testimonio’. Para mí, darle a la gente excelente atención médica mientras soy la mano y pies de Jesús para los pacientes que no pueden pagar, en sus ojos me gano el derecho de compartirles el Evangelio. Es el ministerio de la medicina que abre puertas para el Evangelio con los pacientes.
Sawyer levanta sus propios fondos para Samaritan’s Purse, y también levanta donaciones para los hospitales en los que sirve.
Romanos 15:13 es el verso bíblico favorito de Sawyer. “Le pido a Dios, fuente de esperanza, que los llene completamente de alegría y paz, porque confían en él. Entonces rebosarán de una esperanza segura mediante el poder del Espíritu Santo”.
“See j. Ginecólogo obstetra es afirmar mi fe”, agregó. “Darle la esperanza a las personas que la han perdido, y hacerlo en el nombre de Jesús, es un privilegio”.
También recordó a una paciente en Togo que enfrentaba un problema femenino, y que los doctores del país no tenían la habilidad de resolverlo.
“Ella es un gran ejemplo porque era un caso complejo. Estaba en la sala de operaciones con el médico local. Le pregunté: “¿Le gusta nuestro trabajo?” y respondió “Mucho”. Porque veo grandes milagros todos los días. Se que la operación y recuperación de la mujer le parece un milagro y lo es. Y presenciar un milagro produce esperanza.”
Teresa Sawyer ha sido un gran apoyo para su esposo y Dios le ha dado la pasión para ayudar.
Recientemente, celebraron su aniversario de bodas número 34. Tienen dos hijos de 27 y 30 años. En 2002, la pareja fue a China donde adoptaron a dos gemelas. Las niñas ahora están en la escuela. Unos años antes, el hijo mayor se casó con la hija del doctor que lo trajo al mundo.
En el otoño del 2021, mientras Sawyer estaba trabajando en la sala de operaciones del hospital rural de Kenia, tuvo una increíble oportunidad de trabajar en el parto de trillizos y mellizos el mismo día.
“Que trillizos sobreviva. En África es raro”, dijo Sawyer. “Estaba contento de haber ayudado a llegar a término este embarazo de riesgo, y bendecido de ser testigo del milagro. Ellos están bien. Estoy en contacto con la madre, y feliz de saber que los pequeños tendrán una chance de vida”.
Cuando se le preguntó qué lo motivaba a seguir en sus viajes misioneros, cuando podía quedarse en la comodidad de su hogar, el dijo:
“En la película, Carros de Fuego, hay una escena donde el corredor Olímpico, Eric Lidell habla con su hermana Jenny, en Escocia, discutiendo su regreso a las misiones en China. Él le dice que tiene la intención de volver pero primero quiere correr en las Olimpiadas. “Creo que Dios me hizo con un propósito. Pero también me hizo rápido. Y cuando corro, Él se complace”, Creo que Dios me ha dado las habilidades para mi trabajo, y cuando voy a servir y cuidar de su gente, Él se complace”.
Recientemente, Sawyer asistió a la ceremonia de su vieja escuela secundaria. El propósito era reconocer y formalizar su ingreso al salón de la fama. El disfrutó del evento y se sintió honrado con el gesto. Pero sabe que una ceremonia mayor le espera, una al final de la vida donde los ángeles le anunciarán: Buen siervo fiel, Bienvenido Al Reino.