Quedarse toda la noche afuera de fiesta, en drogas, consumiendo alcohol, peleando, envuelto en violentos tiroteos y robos son algunas de las experiencias de adolescente que el Rev. Derek LaFleur desea nunca haber tenido.
Hace 25 años, mientras crecía en Beaumont, Texas, LaFleur era un miembro activo de la pandilla Bloods, una pandilla callejera de miembros afroamericanos en su mayoría y fundada en Los Ángeles, California. La pandilla es conocida por su rivalidad con los Críps, otra pandilla callejera con fuerte presencia en el sudeste de California.
Pero décadas después, LaFleur es un devoto seguidor de Jesús, y ha usado su experiencia para discipular y guiar a otros pandilleros a Jesús.
Hoy, LaFleur sirve como ministro ordenado en la Iglesia Autoridad en Oklahoma. No pasa un día sin que refleje lo que el Señor hizo por él.
Creciendo a finales de 1990, en la comunidad donde vivía LaFleur habían grandes niveles de violencia y crimenes. No era raro que los jóvenes acabarán en una pandilla.
Uno de cuatro hermanos en su familia, LaFleur dijo que sus recuerdos de infancia eran felices gracias a su amorosa y unidad familia. Sus padres estaban felizmente casados y le amaban.
Inicialmente, LaFleur fue criado en una casa católica no prácticante. Pero durante su juventud, sus padres redescubrieron la fe de una manera más íntima en la Iglesia Bautista Paraíso. Sus padres le enseñaron la importancia fundamental de mantener una fe cristiana.
El padre de LaFleur se volvió más devoto y creó una regla para sus hijos en el hogar: “Si van a vivir bajo mí techo, deben asistir a la iglesia”.
LaFleur obedeció la regla porque amaba a su padre y quería estar cerca de él.
Las cosas dieron un giro para mal cuando sus padres se divorciaron, estando él en quinto grado. LaFleur dijo que sintió una gran sensación de rechazo había su madre, que se había ido del hogar familiar. En los años que siguieron, LaFleur seguiría viendo a su madre pero viviría con su padre.
“En el divorcio es cuando la ira comenzó. Me uní a la pandilla a los 9 porque trataba de encajar y buscaba sentir amor y apoyo”, dijo LaFleur.
“No quiere decir con esto que mí familia no me amaba. Sólo quería sentirme bienvenido en algún otro lugar”.
Un ‘grupo malo’
Desde el principio, LaFleur dijo que andaba con un ‘grupo malo’, en peleas, fumando y demás.
“Era más que un fiestero”, recordó. “Era el espectáculo. Iba sólo a las fiestas para provocar peleas; si iba a los clubes era para pelear”.
Por la mitad de una década, LaFleur continuó cómo miembro de The Bloods, involucrado en todo tipo de actividades pandilleros. En varias ocasiones, fue perseguido por la policía, pero nunca fue arrestado por sus acciones.
Pero cuando tenía 14 años y estaba en octavo grado, LaFleur fue acusado injustamente de un crimen y fue puesto en un centro juvenil de detención.
Mientras estaba tras las rejas, recuerda que sentía una profunda desesperación. Se volvió a la oración y encontró a Jesús por primera vez, cambiando la trayectoria de su vida.
En los dos años siguientes a su liberación, LaFleur dejó su afiliación a la pandilla y aceptó al Señor cómo su Salvador. Recibió luego un llamado al ministerio.
‘Nunca olvidaré ese día’
«Nunca olvidaré el día que me arrestaron, el 1 de abril de 2001. Recuerdo escuchar las palabras: ‘Estás bajo arresto’, recordó. “Ellos me leyeron mis derechos, y me pusieron las esposas. Fue tan confuso, y recuerdo pensar acerca de las cosas que dije y las que no, como se amontonaban en mis pensamientos: ‘¿Qué hice? ¿Hacia donde estaba yendo?’”.
En ese día, LaFleur fue a la escuela como cualquier otro día, pero no había maestros en ninguna clase. Pensó que probablemente pondrían algún suplente pero simplemente no hubo adultos en el salón de clases.
Los adolescentes comenzaron a jugar un juego de verdad o reto, que LaFleur recuerda tomó un giro sexual rápidamente. Los estudiantes se retaban a darse besos y otros gestos provocativos.
“Lo recuerdo tan claramente”, dijo. “No me estaba yendo bien en la clase… así que, en lugar de involucrarme en el juego, me quedé en mí lugar haciendo mí tarea. Y de repente, levanté mí cabeza para ver qué estaba pasando porque escuché un grito. Después, me di cuenta que había comenzado una pelea entre una chica y un muchacho. El chico era un amigo de mí vecindario”.
Cómo la pelea crecía, LaFleur se levantó de su silla para parar el pleito. En el proceso, logró separar a los que peleaban, pero la blusa de la chica se rompió y sus senos quedaron expuestos. LaFleur dijo que la joven corrió al baño, cubriéndose el pecho, y justo el timbre sonó llamando a la próxima clase.
Después que LaFleur entró a su siguiente clase, dijo que el teléfono del salón sonó. La maestra atendió la llamada, y el director le dijo que enviara a LaFleur y a otros tres estudiantes a su oficina.
Mientras LaFleur caminaba a su oficina, vió a policías en el pasillo de la dirección. Cuando entró a la oficina, se le pidió que escribiera todo lo sucedido en el salón.
“Luego, me arrestaron. Fui puesto en detención solo. Mí amigo del vecindario, que había peleado con la chica, estaba en la celda contigua”, compartió. “A través de la delgada pared, el me habló. Abrió su corazón y me pidió disculpas mientras estábamos allí”.
“Mí padre recibió una llamada de la escuela diciéndole que yo había sido arrestado, y trató de venir al centro de detención y llevarme a casa”, continuó. “Pero escuché a los policías decirle que yo estaba acusado de un deliro grave”.
Después de escuchar a los policías decir que no podría irse, LaFleur recordó que la gravedad de la situación le hundió.
“Comencé a darme cuenta de mí realidad. Eso realmente estaba pasando. La chica que estuvo involucrada en la pelea, nos acusó a mí y otros dos chicos de abusar de ella por la fuerza”.
“En ese momento, mientras estaba en la celda, vi que había allí una Biblia. Y por primera vez la toqué. No la leí. Pero me acosté en la incómoda cama y puse la Biblia en mí pecho, y comencé a llorar y orar a Dios por primera vez en mí vida. Le dije a Dios: ‘Si eres real, por favor sácame de esto’”.
Al día siguiente, LaFleur despertó. Le dieron a él y a los otros muchachos ropa para vestirse. Los chicos comparecieron ante la corte para una audiencia donde compartirían su parte del testimonio.
LaFleur dijo que testificó que nada tuvo que ver con la pelea y que, por el contrario, trató de apaciguar la situación.
LaFleur y los otros chicos pasaron una noche más en prisión y comparecieron por segunda vez ante la corte.
De los 21 estudiantes presentes ese día, sólo dos no coincidieron en el testimonio con LaFleur. Es más, ambos testimonio diferían en cuanto a la pelea y el papel de la chica en la misma.
El 3 de abril de 2001, LaFleur fue liberado del centro de detención, ya que la mayoría de los testimonios le daban por inocente.
Aunque fue liberado, los cargos siguieron pendientes por tres días más. Durante esos días, LaFleur fue puesto en arresto domiciliario pero sin tobillera electrónica.
Finalmente, los cargos fueron desestimados, y LaFleur salió del arresto. En los meses siguientes, LaFleur no podía conseguir trabajo, aunque la justicia lo había declarado inocente.
El muchacho presentó una solicitud en el Club de Sam, donde su padre trabaja, pero fue rechazado.
Después de muchos fracasos en otras peticiones,su padre presentó una nueva solicitud a nombre de LaFleur. Una semana después, cuando su expediente policial quedó limpio, el Club de Sam lo contrató.
Ese día, LaFleur agradeció a Dios porque sus cargos habían sido desestimados y su historial quedó limpio.
Sin embargo, tomó unos cinco años para que se involucrara fervientemente en la oración, la lectura de la palabra y la asistencia a la Iglesia, entregándose devotamente a Jesucristo.