Bienvenidas a nuestro espacio para la Mujer, como cada semana. Es mi deseo que te encuentres fortalecida en Dios, para afrontar el desafío de vivir con propósito cada día. 

Hoy el reto que te presento, es uno que no puede faltar, en el inicio de tu diario vivir; ¿Cómo podremos ser fieles a la lectura de la palabra de Dios, sin que ello se convierta en algo rutinario, sin sentido y poco atractivo para nosotras? 

En primera instancia, necesitamos reconocer que las Escrituras contienen el manual instructivo sobre cómo conducirnos en la vida, en ella yacen las promesas irrefutables e incambiables de Dios para vivir una vida plena; también, un “no temas” para cada momento crucial de nuestro existir y mandatos que, si logramos involucrar en nuestro caminar nos mantendrán afirmadas en la roca firme que es Cristo Jesús. 

A veces el ajetreo de la vida cotidiana parece no aminorar nunca su marcha, el tiempo no se detiene y nosotras vamos siendo perseguidas por el mismo. Pasan las horas, los días, las semanas, los meses y los años; sin que hayamos podido percibir cambios duraderos en nosotras, que enmarquen un estilo de vida sólida; emocional, espiritual, físico estables; cada una de estas partes forman parte de la vida integral de cada individuo. Hoy es un nuevo día, y es necesario poder recapacitar en qué magnitud, estamos nutriendo nuestro espíritu de la vida de Dios en nosotras, a través de la palabra de vida, que dará como resultado poder disfrutar de la plenitud que el Padre diseñó para nosotras. 

Siempre que apelo a la reflexión, pienso en la similitud del entrenamiento de nuestra fe, siendo ejercitada como un músculo, éstos son los responsables de contraerse para poder generar todos los movimientos y realizar funciones vitales que nos permiten mantenernos activas a diario ya que el 40% de nuestro cuerpo está compuesto por ellos. La palabra de Dios, nos proporciona toda esa vitalidad para mantenernos activos diariamente, porque es el 100% de lo que nuestra vida necesita. 

Entonces ¿Cómo comenzar a crear el hábito que subyace de la lectura de Su palabra? Te quiero proporcionar herramientas que me ayudan, a que Su palabra sea insustituible para mí. Cuando abro los ojos, lo primero que hago es: 

  • Agradecer a Dios por un día más de vida. 
  • Orar al Padre haciéndole parte de todo. 
  • Tomo las Escrituras en mis manos, y le pido que me hable, que me conduzca, que sea mi guía, mi alimento y mi sustento; y leo con detenimiento, una y otra vez. 
  • Comparto una palabra de bendición en mis grupos, buscando que eso que ha hablado a mi vida también sea de incentivo y crecimiento para otros. 
  • Dejo que la música me acompañe durante toda la jornada, mientras realizo todas mis labores. 
  • Ante cualquier necesidad, siempre tendré preparada una palabra de ánimo, consuelo, aliento, paz, amor y seguridad, esperanza, etc. para compartir con el necesitado ¡Dios nunca me ha abandonado! 
  • Hablaré más de las grandezas de mi Dios, que del problema presente, no porque lo niegue, sino porque sé en quien está puesta mi confianza. Él es mi esperanza, por más que a veces las cosas a veces no sean como quisiese, confío plenamente en que Dios se encuentra siempre trabajando en mi bien. 
  • Escribiré siempre mis experiencias personales, para no olvidar que él continuamente está hablándome. 
  • Agradeceré siempre lo que vendrá de sus manos. Nunca olvido decirle a Dios: «Señor, sorpréndeme hoy». ¿Y querés saber algo más? Siempre lo hace. Nunca pierdo la capacidad de asombro, él es mi papá. 

No hay nada como entender que él es un Padre bueno, que te ama con un amor que no perece, y buscará cada día de tu vida, enamorarte de Su palabra; enseñarte a vivirla; y conducirte a vivir, respirar y caminar por ella. 

Recordá que tu relación con Dios, está siempre en plena construcción; siempre habrá algo para mejorar, para modificar, para reparar, para cambiar… Prepárate para comenzar a experimentar lo que no has podido, si aprendo a conocer y a amar Su Palabra, podré reconocer Su voz entre multitudes. ¡Él hoy está hablando! Que no termine tu jornada sin que hayas podido escucharlo. 

Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (He 4:12).

Te abrazo fuerte. 

 

Photo: Priscilla Du Preez / Unsplash