Criado en el medio oeste, me recuerdo haber escuchado en la iglesia las palabras de Jesús: “Ama a tus enemigos”. Aunque se escucha muy bien, nunca realmente me puse a pensar a profundidad en eso. No tenía enemigos, y realmente no conocía a nadie más que los tuviera. ¿Dónde estaban todos estos enemigos de los que habló Jesús?

En retrospectiva, puede ver que era un joven ingenuo porque cuando pienso en esos tiempos, mi mundo en ese tiempo era muy complejo. Eran los años 1960 en Detroit. Mi hermana mayor se unió a las marchas de los derechos civiles y los disturbios raciales eran la onda. Nuestra familia naturalmente asistía a una iglesia de raza integrada, lo cual yo pensaba que era normal. Simplemente yo no estaba al tanto. Y ahora, muchos años después, muchas cosas han cambiado, incluyendo los tiempos en que vivimos y también mi código postal.

Por ya más de 30 años he vivido en una zona de conflicto, el conflicto israelí-Palestino. Hasta hace 10 años atrás, era familiar solo con el lado israelí. Entonces por medio de una sorprendente serie de eventos, comencé a escuchar historias de los dolores del lado palestino. Aprendí he hice muchas preguntas, estoy aquí para decirte que, si existe lo que llamamos una pregunta tonta, y en mi curva de aprendizaje he hechos algunas, lo cual continúo haciendo.

Mi trabajo me lleva a ambos lados del conflicto, buscando formas de conocer enemigos, bendecirlos y amarlos, y conectar enemigos.

A principio de esta jornada, me di cuenta de que un número de mis amigos israelíes estaban extremadamente incomodos con mi creciente conexión con los palestinos. Ellos hacían preguntas como “¿no conoces la historia?” y “Hemos intentado trabajar con estas personas, pero son imposibles”. En muchas ocasiones, no sabia como responder a estas preguntas y comentarios.

Estaba frustrado, comencé a cansarme mucho, y a derramar más que un poco de lágrimas. Todo lo que sabía era que parte de mi destino estaba envuelto en este problema y no podía resolverlo.

Oré y esperé, y oré un poco más. De pronto, una pregunta sorprendente surgió en mi cabeza. Fue esta: “¿Cuál es tu plan para amar a tu enemigo?” Boom. Comenzó a pegarse en mi mente y en mi corazón. Me di cuenta que había estado haciendo las preguntas equivocadas. Las preguntas equivocadas pueden obligarnos a tomar un bando. Las preguntas equivocadas pueden demonizar y polarizar.

Comencé a hacer esta pregunta en medio de las conversaciones contenciosas sobre el conflicto israelí-palestino. Me di cuenta que ayudaba a las personas a bajar el tono de su voz, a escuchar, a pensar. Algunas veces hacia la pregunta más de una vez, con un énfasis en la palabra “tu”. Un número de personas, incluyendo lideres espirituales, responderían calladamente: “no tengo un plan”. Fue en ese momento cuando me ofrecí a orar con ellos justo allí para que Dios les diera Su plan para ellos. Todos estaban de acuerdo y oramos.

Un par de años después, estaba hablando en Estados Unidos a lo que posiblemente era el grupo de gente más amable que exista. Ellos viven alejados de mi conflicto, en todos los niveles. Ellos me vieron y dijeron: “No tenemos enemigos”. Eso me recordó mi infancia. Comencé a pensar sobre una definición más amplia de la palabra enemigo. De pronto, me di cuenta que los enemigos simplemente son personas a las que les tenemos miedo. Eso ensanchó el campo de juego. Les pregunté: “¿a quién le tienen miedo?”

La sala quedó en silencio.

Lentamente ellos comenzaron a asentir mientras silenciosamente identificaban a las personas a las que ellos temían en su entorno rural idílico con hermosos graneros rojos y vacas pacificas pastando. Esencialmente, podríamos decir que las personas a las que no les damos amor son un tipo de enemigo.

Los reté a comenzar a orar por sus enemigos recientemente identificados, a pedirle a Dios que ensanchara sus corazones para hacerlos lo suficientemente grandes para hacer lugar para ellos.

Hay un dicho que dice que puedes elegir tus amigos, pero no puedes tus familiares. Vamos un paso más allá – tampoco podemos elegir a nuestros enemigos.

Se ha vuelto claro para mi que realmente necesitamos enemigos. Tener enemigos es parte del plan de Dios para hacernos como Jesús. Justo como de tal manera amó Dios al mundo, que entregó a Su único Hijo.

Tenemos muchos planes para nuestras vidas. Planes de perder peso, ahorrar dinero, educación, y la lista sigue y sigue. Pero ¿tenemos un plan para amar a nuestros enemigos? Así como Dios tenia un plan para que Jesús nos amara, los que éramos enemigos de la cruz, Él tiene un plan para que nosotros amemos a nuestros enemigos. Creo que Él solamente esta esperando que hagamos la pregunta.

¿Cuál es tu plan para amar a tus enemigos?