Cuando nuestros enemigos son los hombres, hemos errado nuestra lucha y no tenemos claro el enfoque que como siervos de Dios debemos tener. Atacando en forma personal a quienes no piensan igual que nosotros o embarcándonos en batallas que el único fin es ganar una discusión por más importante y valiosa que esta sea.

Los que han abrazado la misión de llevar el evangelio, su misma palabra lo dice, solo deben construir maneras y formas de alcanzar a la mayor cantidad de personas con el mensaje trasformador de la cruz. «Evangelio» significa buenas nuevas y si gastamos el tiempo, esfuerzo y hasta dinero del ministerio en otra cosa que no sea llevar la excelente noticia de que el sacrificio que Jesucristo hizo en la cruz fue para que cada ser humano alcance la salvación eterna, estamos equivocados.

Hay quienes lentamente pueden ir perdiendo el rumbo de hacia donde deben centrar todo su esfuerzo, perdiendo la guía del Espíritu Santo de reconciliar a los seres humanos con Jesús. Debemos ayudar a encontrar el camino correcto a los que lo perdieron. Buscando la «senda antigua», que no se trata de viejas costumbres, sino del plan que fue diseñado hace mucho tiempo pero que quedó opacado y poco visible con el pasar del tiempo.

Dios con sumo esfuerzo entregó a su hijo, haciéndolo venir desde el cielo para hacerse hombre y habitar entre nosotros, pero no para utilizar ese inmenso esfuerzo y su muerte para otro fin que no sea la reconciliación con su creación. El hombre es posibilidad pura constantemente, por eso el Señor no lo condena hoy, porque desea brindarle una salida y una posibilidad más.

Ahora es el tiempo de retornar desde donde nos hemos desviado y volver a tomar todas las herramientas con las que contamos para llevar salvación a los perdidos, somos mensajeros de paz y anunciantes de buenas nuevas. Nuestra razón de ser estará cumplida cuando podamos gozarnos por llevar vidas a los pies de la Cruz.