1 Acostúmbralos a generar esperanzas realistas.
Uno de los principales riesgos ocurre cuando esperamos que suceda algo imposible que no tenemos base para creer que ocurrirá. Eso lo frustrará, Por ejemplo: Si en un concurso no salió finalista le enseñaremos que la próxima vez con más esfuerzo y dedicación podrá obtener un mejor puesto.
2 Ayudarles a tener o pensar en un plan B.
No todo sale siempre como esperamos, si el niño se anota en una competencia de deporte y él está seguro que llegará a la final y no acepta otro resultado que el triunfo allí habrá una gran desilusión.
Enseñemos que es bueno ser positivo y optimista pero también las derrotas o los segundos puestos nos enseñaran mucho en la vida.
3 Aprender a aceptar las derrotas.
Los imprevistos, los malos momentos son parte de la vida hay que aprender a vivir con ellos y aceptarlos y saber que no avisan cuando llegarán, estos vienen de golpe y cuando menos los esperamos.
Generan dolor, frustración, tristeza y mucha bronca.
Aquí es donde hay que canalizar esas emociones negativas en positivas y que no se estanquen en el dolor, entregando toda carga a Dios.
4 Enseñarles a depender totalmente de Dios.
En cada decisión, momento y lugar, el niño buscará agradar a Dios en primer lugar y que pase lo que pase Dios le seguirá amando y sus padres también.
Con amor eterno te he amado y por eso te sigo mostrando mi fiel amor.
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
Con paciencia esperé que el Señor me ayudara,
y él se fijó en mí y oyó mi clamor.
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