Recuerdo que hace varios años, cuando alguien hablaba de que era preciso cambiar, yo pensaba: “Yo no quiero cambiar. Si cambio, no me voy a conocer. Voy a dejar de ser yo. No sabré quién soy… No me reconoceré… y ¿En quién me voy a convertir…?”.

En verdad, tenía mucho miedo al cambio. Es cierto que la incertidumbre al cambio, produce miedo, y ese miedo paraliza. Además, convengamos que nos acomodamos a las estructuras y llegamos a mimetizarnos con ellas a tal punto de que creemos que somos partes de esas estructuras. Incluso, pensamos que ellas sin nosotros no podrán desarrollarse, y nosotros sin las estructuras no somos nada.

Esto último no quiero que se interprete como que las estructuras no son fundamentales para el desarrollo de empresas, instituciones y de la misma República Argentina, donde vivo. De ningún modo. Digo que el miedo paraliza, y no permite cambios sustanciales que son necesarios para el desarrollo, el crecimiento y la expansión de las instituciones y las personas.

Bueno, los años transcurrieron y como Dios es más poderoso permitió que viviera situaciones de mucho dolor, llanto, impotencia y llegara al punto que le dijera yo misma a Jesús: “ ¡Señor, necesito cambiar…!”; “ ¡Señor, entra a mi corazón y cambia, borra, tira, quema, rompe, todo lo que no sirve!”; “ ¡Señor, vuelco mi corazón como se da vuelta un cajón y desparramo todo lo que soy, lo que siento y lo que pienso delante de tu presencia!”.

Bueno, esto fue un proceso. No fue automático, pero mi vida comenzó un extraordinario cambio transformador. Obvio que falta más y ¡Gloria a Dios! por ello.

El Señor Jesucristo ha sido muy amoroso conmigo. Su Espíritu Santo me ha mostrado con cuánto amor me ama el Padre. Por eso sé que se han ocupado mucho de mí para iluminarme para que me anime a cambiar.

El Señor Jesús ha sanado mi corazón. También me ayudó a perdonar. Y esto ha contribuido a mi cambio interior. Esto me animó, fortaleció mi confianza y permitió que tomara otras decisiones más trascendentes que cambiaron mi realidad.

“De modo que si alguno está en Cristo nueva criatura es; las cosas viejas pasaron he aquí son todas hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)

Cristo vive, reina y viene. Por eso, ahora, en el Siglo XXI, en Argentina, vale la pena creer que el cambio es posible. Vale la pena cambiar. La paz como sólo Cristo la da es real.-

Lidia Carosela