Mohammed* sabía que si faltaba incluso a una de las cinco oraciones diarias le causaría un mal inmediato. «Decidí dejar de orar por sólo un día y haber q pasa», dice Mohammed. «Nada malo pasó. Al contrario, he tenido un día sorprendentemente exitoso». Entre dudas comenzó a buscar otras religiones en el Internet. La lectura de la Biblia lo cautivó, así que se descargó una aplicación que le enseñó los fundamentos básicos del cristianismo.
Mohammed quería visitar una iglesia y poseer una Biblia. Pero en Arabia Saudita las iglesias están prohibidas. Conversos musulmanes sauditas podrían enfrentarse a la pena de muerte. Las Biblias son ilegales. Sin embargo, eso no lo detuvo. En una página web cristiana dirigida al mundo árabe, decidió escribir: «Yo sé que Jesucristo es el Hijo de Dios. ¿Puedo visitarles? Por favor, llevadme a una iglesia y dadme una Biblia».
El equipo de cristianos respondió a su pregunta y lo invitaron a su país. Allí, finalmente, fue capaz de unirse al primer servicio religioso en su vida. Él sintió que su corazón se llenaba de alegría. Se unió a todas las reuniones de estudio de la Biblia, y habló mucho con los pastores. Al cabo de unos días, uno de ellos le preguntó: «Mohammed, que es Jesús para ti?» Respondió: «Él es mi Salvador, mi Dios.»
Con esa firme convicción se bautizó luego de varios días y regresó a su país como un cristiano recién nacido, que lleva en su posesión lo más precioso con él, su Biblia. Si las autoridades de Arabia Saudí, o incluso su familia, se enteran de la fe de Mahoma en Cristo, su vida podría estar en peligro. Pero él no está solo. Mohammed es parte de la familia de Dios ahora, y nadie puede quitar eso de él.
*Nombre cambiado por razones de seguridad.